Señor, yo soy joven. Y francamente quiero decirte muchas cosas.... Porque soy joven, no sé del todo cómo decirte lo que pienso y siento. Porque soy un mundo desconocido para mi misma. Pero hoy tengo ganas de hablarte.
A veces me siento enamorada de la vida. Soy un canto, una sonrisa, como una flor que se abre y un árbol que brota en primavera. Quisiera contagiar al mundo y hacerlo joven como yo; nuevo. Siento unas ganas locas de vivir, un deseo sin límite de amar, de hacer algo que valga la pena, aunque a veces sea a costa de la vida. Pero otras, Señor, me siento hastiado. Una tristeza me cierra los caminos. Me desaliento. Veo las cosas tan complicadas! Me tienta el quedarme en la orilla y gozar de la vida, como muchos. Ya ves, Señor, qué mezcla: seguridad y miedo, sinceridad y mentira, heroísmo y cobardía. ¿Puedes decirme quién soy?
Hay momentos en los que te siento tan cerca. Me corres por las venas como la sangre, me hinchas los pulmones como el aire, me haces latir el corazón, como el amor. Y hay días, Señor, en los que quiero sentirme seguro de mí misma. Me rebelo contra todo lo que parece amenazar mi autonomía. Te tengo miedo. Y comienzo a sentirme lejos. Me voy liberando de ti.
Tú sabes todo esto. Tú debes conocerme mejor que yo a mí mismo... porque yo no sé si soy más auténtico cuando te siento cerca y me apoyo en Ti, que cuando te rechazo y me alejo, o cuando no resisto mi soledad y mi vacío, entonces vuelvo a buscarte. Porque todo me dice que ESTÁS CERCA. Te siento en la vida, en la alegría, en el amor, en la libertad, en la amistad. Te busco ante la muerte, la tristeza, el odio, la esclavitud. Te busco con este mundo que marcha porque presiente una meta. Si Tú no estás al final de todos los caminos, todos los caminos mienten; todos los caminantes pierden el tiempo.
Al conversar así contigo, me veo mejor a mi misma, me siento reconciliada conmigo, con los otros, con el amor y la vida, con el mundo y la historia. Porque Tú me quieres así, como soy, para que llegue a ser distinto. Y así nos quieres a todos, para que cambiemos y lo cambiemos todo.
Ahora, Señor, quiero marchar. Acepto ser joven. Acepto la invitación que me haces para que llegue a ser mujer, en un mundo que tiene que hacerse más humano. Más humano en el amor, en la libertad, en la justicia, en la solidaridad...
Gracias, porque soy joven, Señor, como Tú; te ofrezco mi juventud para renovar el mundo y hacerlo más parecido a Ti, por el amor.
Amén
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