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Algunas veces soy eso que la gente dice, otras no.-

martes, 15 de junio de 2021

Respirar

 Tal como una bocanada de aire fresco después de contener la respiración bajo el agua, un rayo de sol que calienta la piel raspada por el invierno, como la sonrisa inocente de algún niñe, como los abrazos desprevenidos que te envuelven de espaldas, o el ardor del chocolate hechizando las papilas gustativas.

Y yo pensé que me había olvidado.

Había sido que así se siente... volver a sentir.




Soy Mc.-

domingo, 18 de abril de 2021

The same old pattern

Suele entusiasmarme la idea de probar un nuevo sabor de helado (kinotos al whisky quizás? Por algo debe seguir existiendo), ver la película más random posible en lugar de aquella que sé que me hace llorar, planificar no volver a los lugares que ya fui y me encantan para cambiar de destino. 


Sin embargo, la realidad supera la fantasía. Pues verán, es siempre lo mismo.


Que papas gratinadas,

Que cerveza amber,

Que Palmas para ir de vacaciones,

Que Friends para distraerme (aunque la sacaron de Netflix),

Que La sombra del Viento para amar los libros,

Que este bar, que este color, que este perfume.

Que este amor de la adolescencia.


En qué círculo vicioso nos hemos permitido caer gracias al juego seductor de la insulsa repetición? Maldita comodidad traicionera! Me di cuenta que quiero vivir la urgencia de la incertidumbre, asquearme de kinotos al whisky, encontrarme con un nuevo oficio que me vuele la capocha a los 30 años, empezar de cero en un país lejano, aprender el idioma más difícil. Anhelo equivocarme una y cinco mil veces, descubrir que hay algo más de lo que ya sé que quiero y que puedo ser unas veinte versiones distintas de esta que ya soy.

Elige tu propia aventura. 

Es por eso que, frente a esta baraja tan diversa, proclamo entonces dejar de encerrarme en la vieja y confiable. Quizás, de eso se trata. O puede que al fin y al cabo, solo se trate... de un recóndito deseo de enamorarme de nuevo.



Soy Mc.-

Me quedo con lo que no.

 ... por eso le gusta soñar con los finales abiertos: la expectativa es la forma más pura y confiable del placer. Aquellas cosas que nos suceden de alguna u otra manera terminan por desilusionarnos. Sin embargo, aquello que tanto se ha esperado y no acontece, nunca se desvanece...


Más bien queda grabado para siempre en el corazón con una dulce tristeza.



Soy Mc.-

lunes, 8 de febrero de 2021

Me di cuenta que...

 Todavía me duele la panza porque allí brotan flores en tu nombre, desde aquella vez que contemplando al reflejo de la luna en la espuma de mar, me diste el primer beso y me contaste tus mayores miedos.

Me duele la panza cuando te siento y recuerdo que en ese metro cuadrado de arena brasileña quedaron sepultados pedacitos de nuestras almas que nunca más volveremos a recuperar.



Soy Mc.-

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Pachamama perdida

 

Cuando despertó, no podía respirar, bocanadas de humo inundaban sus pulmones. 

Salió a observar: no había más que el oscuro sendero marcado por la furia del fuego y algunas chispas palpitantes, vestigios de la vida que antes decoraba su monte. 

Era cierto lo que escuchó: el dinero no se come, y es así como su nueva fortuna perdió el encanto en medio de aquel desierto azotado por su egoísmo.


Soy Mc.-

El segundo que valió.

 

Luego de trepar a los barrotes de la cárcel que las conducía a un destino inevitable, nuestras miradas se encontraron. Ella, el rostro de los oprimidos, cumplió su misión, pero le faltaba dar algo más: su vida para convertirse en un plato de comida. Cuando sus labios alcanzaron mi botella de agua, creí escuchar un  "gracias". Por un instante el amor la abrazó.


Soy Mc.-

Changuito.

 

Ciertamente, cualquier mañana puede ser día de oferta en los pasillos del supermercado de la vida, cuando entre el papel higiénico y los detergentes tropezaron nuestras existencias, y pasó a ser para siempre, en lugar de dos, un solo changuito.


Soy Mc.-

martes, 24 de noviembre de 2020

Despegue

 

Luego de aquella despedida a la entrada del aeropuerto, entendí que tú reticencia a acompañarme un paso más era la antesala de nuestro amor, y me dejarías, como siempre, abandonada a mi suerte en la zona de embarques del destino.


Soy Mc.-

El altar

 

Por ahí escuché que entre las maravillas de la vida está el hablar con las hormigas, pues cada vez que acomodo estratégicamente mi camino en el patio para no interferir con su fila, acompañado de un "pasen ustedes", amanezco con su mejor ofrenda insecto en la puerta de salida.


Soy Mc.-

martes, 17 de noviembre de 2020

Inspiración

 

Fue así que solo luego de consumar la separación, descubrí que durante la que creí mi historia de amor más romántica y especial, no le dediqué ni una prosa ni una coma, ningún anhelo entre líneas, de esos que disfruto garabatear en los rincones de mi alma, a quien se suponía mi amado.


A veces, obnubilados en la ilusión de lo perfecto, ignoramos la desdicha de lo realmente cierto.



Soy Mc.-

sábado, 22 de agosto de 2020

~ ¿A qué puerta debo tocar para dar con las respuestas? ~

Cuando el destino interfiere y tuerce tus anhelos a su opuesto,

Cuando ya no queda espacio para nuevos peros,

Cuando de nada vale soñar despiertos,

... tan sólo aprendemos, a sobrevivir en lo incierto.

.

.

.

Porque si algo he comprendido, es que siempre a lo que pido, el destino elige distinto 💫



Soy Mc.-

domingo, 13 de octubre de 2019

De mis lucecitas

Baila con la sencillez de un Buda.
Sigue los senderos que el viento le indica aunque a veces incluso a él le mezquina las alianzas con el destino.
Sabe que su paso deja huella y por ello riega de flores y colores, los caminos que lo ven alejarse. Siembra un poco en cada alma: Agua, luz, templanza, cariño, sueños, nostalgia, belleza, pureza.
Un poco tímido por momentos, embadurnado de fervor por otros.

Mi regalo preferido de él: sus abrazos.

Tiene un arsenal de consejos, guardados en su galera repleta de pura sabiduría, propia de su Alma libre.
Viaja hacia adentro o afuera y si quieres te lleva de visita.
Golpea la puerta de mi corazón siempre que está cerca, pero pues, unx nunca sabe. Él es tan volátil como los dientes de León que soplamos cuando el universo conspira para hallarnos juntos.
No sé qué sustantivo poner para lo que es él para mi.
Podría decir refugio, paz, incondicionalidad.
Pero también es hermano, es abrigo, es amor.
Es Nicolás.
Y es una de mis lucecitas preferidas.



Soy Mc.-

lunes, 9 de septiembre de 2019

Sin saber

¿Cómo puede ser que algo tan lejano, insensato e imposible resuelva hasta la última fibra de mi ser, cuando tengo a mi lado, lo seguro, lo perfecto y lo correcto?
¡Maldito y traicionero corazón! A vos y a tus absurdos arrebatos les debo mi desgracia. 


Soy Mc.-

jueves, 5 de septiembre de 2019

En búsqueda de anhelos

 Suelen decir que las pérdidas nos dejan algún aprendizaje, y así lo creí cuando, en un arrebato de torpeza, olvidé mi notebook en un remis. Allí se almacenaba un pedazo de mi vida: fotos, un libro a medio arrancar, vídeos, recortes de pensamientos, canciones, ideas, sueños. Una parte de mi cofrecito al cual solía recurrir en aquellos momentos en los que deviene la oscuridad al alma.
 Pasado el duelo de aquel tremendo desgarro emocional -que implicó despojarme de un puñado de años, desvanecidos como burbujas en el cielo-, emprendí el camino hacia una reconstrucción interior. Me convencí entonces, que aquello había sido por algo, que debía librarme de algunas memorias y que, en realidad, lo que el corazón abriga vale más que unos píxeles en mis pupilas. Sé perfectamente que muy dentro de mi alma, aquellos instantes se preservan nítidos y a color, tienen la capacidad de arrojar descargas eléctricas al aletargado vaivén de mi sangre, erizar mi piel como roce de pluma suave, e incendiar mi estómago caballo de troya, tal como en el momento exacto en que ocurrieron.
 Sin embargo, una tarde distraída pasa por alto mi pacto interno entre Mc y Mc, en el cual ambas decretamos al duelo como "superado", y me envía sin antelación una misiva informativa, la cual me recordaba un preciado obsequio que me había sido arrebatado en aquel desgarro, quizás uno de los más importantes que ese artilugio de la tecnología pudiera albergar, algo que para cualquiera podría valer poco menos de unos centavos y para mi valía el mundo: un cover de la canción "blackbird" de los Beatles (que después de aquel cover, por supuestamente pasó a ser una de mis favoritas), regalo de mi querido Cecé luego de un sentido intercambio de baladas virtuales, cuando la distancia era nuestra única opción de contacto.
 ¡No me había percatado de aquella pérdida tan atroz! Me sangraba el corazón. ¿Cómo es que mi insensatez no me permitió atesorar en el infinito ciberespacio aquel tesoro? Era una chispa de Edén con su sonrisa al son de los arpegios, una frase burlona de cierre y su característico gesto de la lengua echada hacia el costado, tal vez menos de cinco minutos gloriosos que me sabía de memoria (recordaba hasta incluso la interrupción por el ruido de una nariz moquienta en medio de la hazaña). Aún así, a pesar de poder evocar perfectamente su inicio y su desenlace, necesitaba tenerlo conmigo, para darle replay una, y otra, y otra vez, como lo ha sido incontables veces durante estos cuatro años, sin cansancio ni hartazgo. Porque él era mi mantra, mi lugar feliz, mi recuerdo favorito, mi amor infinito, mi anhelo inconcluso.
 Como suele suceder en mi cotidianidad, los momentos de luz siempre proceden a mi torpeza, y en una total encandilada de campanita, comprendí que había un cofre inmaculado de nuestros suspiros, abierto y nunca alterado, en nuestro espacio por excelencia, el escenario de tantas videollamadas, donde inició la travesía de los poemas, las canciones, los miedos y las alegrías compartidas, el querido Facebook de nuestros sueños, un chat al que yo no le había corrido ni una coma, ni un espacio ni un enter. Tan solo bastó con buscar en la conversación "Beatles" y voilá! El preciado video. Una mísera de tiempo -lo que dura un suspiro-, menos de la canción original, sin canto, tan solo arpegios, pero con magia, puesto que contaba con sus ojos, su sonrisa, y si bien intangible a la vista humana, pero totalmente perfectible a los ojos del corazón, en él se podía observar todo el amor que Cecé me supo dar, con la capacidad de atravesar la pantalla y abrazarme, incendiar mi piel tal como la primera vez que lo vi.

 Imponente y aterrador.
 Inexplicable, como mi amor por él.

 Soy una persona que tiene memoria de elefante para albergar en mi yoga interno instantes así. Nada podría liberar el espacio de almacenamiento donde se archiva ese video, pero el haberlo recuperado, hacerlo mío una vez más, conectar con ese Cecé de 22 años, tan distinto y tan igual, tan él para mi, es una sensación tan pacífica como la espuma de mar que arruga mi nariz cada dichoso verano (que también, de paso, escenario del primer acto).
Refrescante, dulce y amena sensación.
Como su paso en mi vida.


 Soy Mc.-

jueves, 2 de mayo de 2019

Cuando estoy triste soy más

Que comprendas que te siento
que esperes si me pierdo.

Si sabés que somos eternos
enlazados por los recuerdos.

Ni "hola", ni "hasta luego".
Yo mantengo el juramento.
Y te repito, de momento
no pienso apagar este fuego.

Nuestra mirada de colores,
mi tempestad y tu calma,
los abrazos sanadores,
tu corazón abrigando a mi alma.

La incertidumbre que mata,
me comprime los huesos.
De contener la respiración se trata
hasta volver a tus huesos.

Lo que fue y lo que vendrá
el sendero caminado
- el paréntesis abierto -
y nosotros, perpetuados.


Soy Mc.-

martes, 12 de febrero de 2019

《 distancia 》

Mirar el cielo y pensar en los miles de kilómetros que nos separan; las noches que nos robaron, y los amaneceres que no nos despertaron.
Detenerme ante la gente que pasa a mi alrededor y saber que ninguno de ellos sos vos.
Buscarte en otros ojos y perderme hasta encontrarte sólo en mi mente.
Oír un te quiero ajeno e imaginarlo en tu boca.
Recibir un abrazo y ansiar tu cuerpo.
Besar otros labios y sentir tu aliento.
Imaginarte a mi lado, acostado, con tu barba acariciando.
Soñar despierta.
Sentir tu ausencia.
Quererte de vuelta.
Arrepentirme del tiempo.
Sufrir el desencuentro.
Saberte muy lejos.
Y anhelar otro cielo (juntos).


Soy Mc.-

jueves, 27 de septiembre de 2018

De la confusión y otras adicciones

Es tan necesario.

Que los cables choquen,
Y nuestros cuerpos se alejen
Volteen
Y no regresen.

Cuán lamentable es saberme encadenada, envuelta en ojos de colores que arrastran mis sonrisas hacia los nublados e insensatos enriedos del amor.
Y quizá de amor se trate, o tal vez, tan sólo sea
la bella,
la dulce y perturbadora,
Confusión.

De apreciar lo nefasto, por el vacío interior.
De ansiar sus besos, por traicioneros que sean.
De esperar los abrazos, que sin aviso llegan.
De oír sus promesas, una tras otra, falaces y pasajeras.

Pero hay que romper los encantos de cristal, mandar a volar las ilusiones que se apretujan en la cuerda floja, porque el acierto es ser libre, nunca presa de otro mar.
Una vez descubierto tu corazón cautivo en un barco sin rumbo ni timón, es tiempo de saltar por la borda.
Caer al agua, hundirte en tu pena. Y luego, no queda más que
Salir.
Respirar aire puro.
Y saberte libre, de nuevo, para volverte a confundir.



Soy Mc.-

viernes, 2 de marzo de 2018

De mis rojos desvelos.

Pensar con fuerza dicen que funciona.

Mentalizar tu cuerpo para que suceda
Dicen que los astros cooperan.

Dicen que si te pienso
A vos regreso.

Sin embargo,
Yo recuerdo tus pecas,
Tus ojos negros,
Tu sonrisa inmensa,
Y te siento muy dentro.

Pero no te veo.
¿Dónde estás Cecé,
que no has vuelto?

Sólo encuentro mis pedazos
que arrojados en el suelo,
Me secan de los labios
el sabor de tus besos.

Sos un punto lejano pero certero.
Te llevaste mi abrazo y mi pañuelo.
Me arrancaste el alma y el sueño.
Y yo sólo quiero
verte de nuevo.

Te extraño y es injusto.
La incertidumbre palpable
me atrapa sin rumbo.
La vida me arde.
Y Vos: mi absurdo.

Imposible
y eterno.
Te guardo,
de nuevo.

*Escrito en 5 minutos y vuelto al cajón de mis recuerdos. Donde permanece, donde te espero, y donde no duele tanto sabernos lejos.


Soy Mc.-

martes, 6 de febrero de 2018

Amando mis cauces

"Lo que me gusta del río es que nunca se mantiene igual, el agua siempre cambia, siempre fluye. Ser estables nos impide ver al frente" - Pocahontas.

Del agua viene mi canción,
el río es dueño de la razón.
Y por el sendero del amor
baila mi corazón.

Como un torbellino que azotó la siembra, son los surcos trazados por un pincel que escribe mi historia. Siento que por momentos me rehúso a seguir esas líneas, y quiero hallar el modo de tomar las riendas hasta que, finalmente, caigo en la cuenta, ellas me conducen al lugar exacto donde debía estar.
Cuando me aterra la incertidumbre, cuando me siento despojada de control, cuando sufro el dolor y culpo al cielo, cuando exploto en mil pedazos, es cuando entiendo que ese pincel está y estuvo siempre en mis manos, que soy yo quien agita los trazos descontrolados y luego remarca con prudencia la obra que va brotando.

Ese río que cambia su cauce
que vuelve o que no regresa
que sube y baja
que espera o avanza
que nace y que muere
Es el ritmo de mi vida.

Y me gusta así.


Soy Mc.-

viernes, 3 de noviembre de 2017

Poema para Santiago Maldonado

Santiago, te vi por primera vez,
y Santiago, soñé con verte aparecer.

Santiago mi corazón quería creer, que no era más que un cuento cruel.

Santiago sé que estás.
Santiago no te vas.
Santiago te quedás en la inmensidad, para sostenernos una vez más.

Para librarnos de tanto odio,
para esquivar a las mentiras,
para huir de la hipocresía.

Santiago en tus ojos veo al sol,
ellos son los que no mienten.
Me enseñan tu corazón
y la dulzura que emana tu interior.

Santiago contemplo tu sonrisa,
respiro tu bondad,
hago mía tu lucha,
y marchamos juntos en la tempestad.

Santiago, me dolés.
Me duele tu falta.
Me duele saber que son tantos,
los que te lloran y te extrañan.

Santiago, no sos uno.
Sos él y sos yo, sos mil.
Sos todos a los que han callado
en este mundo vil.

Y perdón Santiago, por aquellos que te han juzgado.
Perdón porque te acusaron y ultrajaron,
repitiendo discursos baratos.

Los que te conocen lo saben,
y los que no, lo sentimos.
Tu alma pura no se ha ido.
Te salvaremos del olvido.

Y te encontraré en cada grito,
en la luz de la esperanza,
en el silencio de lo divino,
en tu voz, música y calma.

Santiago te abrazo a la distancia
y lo haré de nuevo cuando sea llamada.
Santiago esperame, que si todo se vuelve oscuro
con vos correré a refugiarme.

Santiago, el Brujo del amor.
Santiago, rostro de la compasión.
Santiago, espejo de la opresión.
Santiago, lucha del corazón.
Santiago, hombre sincero.

Santiago, ser de luz eterno.-

*Lo escribí el 20 de octubre, día que se confirmó el hallazgo del cuerpo de Santiago en el río Chubut, que se encontraba desaparecido desde el 1 de agosto luego de una represión ilegal de gendarmería a una protesta del pueblo mapuche.
Gritamos fuerte "Nunca más" a los recuerdos de tanto dolor en nuestra historia; sin embargo, la impunidad sigue siendo moneda corriente. Pero nosotros no nos quedaremos callados. Seguiremos marchando. Seguiremos preguntando: ¡¿Qué mierda hicieron con vos, Brujo?! No te vamos a olvidar.

Soy Mc.-

jueves, 19 de octubre de 2017

Te quiero, Francisco.

Qué dicha la de mirar con tus ojos al mundo
de querer ser un distinto, un loco
un amante de lo profundo.
Alguien que no se conforma con poco.

Un hombre valiente, de convicciones,
que pisa fuerte,
con respeto hacia todo ser viviente.

Yo quiero ser distinta
quiero ser como Vos,
otra loca en este mundo
que grita en favor del Amor.

Porque amor es lo que necesitamos,
olvidar las estructuras,
salir a contagiar lo que predicamos
Y convencer con dulzura.

Amor al necesitado,
a los animales, al ser humano.
Hablar con palabras simples
y llevar a Dios a los hermanos.

En un mundo tan violento,
lleno de odio y crueldad
hay que ser como Francisco
que aún en la adversidad,
fue un instrumento de paz.

Quiero ser como Francisco
para dejar de lado ideologías, gustos y preferencias
y hablar el único idioma que es capaz de unir todas las lenguas, de abrazar las Naciones, de olvidar las guerras, de incendiar corazones:

El Amor.


*Dedicado a San Francisco de Asís.

Soy Mc.-

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Quizá

Su respiración marca mis pasos, dentro de un silencio sepulcral, en el que aún distingo las mañanas grises entre arcoiris, pero sé que la ruina no es tan grande como el anhelo. De querer y creer... que todo fue cierto.
De entender que no fue un cuento.
De volver a saborear el encuentro.
De no temer lo incierto.
Y saberlo eterno.




Soy Mc.-

martes, 19 de septiembre de 2017

Sabor a vos:

Un poco de nuez, fiebre de amor.
Un toque de miel, luna de dos.
Un terrón de gozo, deliciosa condena.
Un dulce de luna, testigo y centinela.
Un color del ayer, en un nido lejano.
Una mezcla de piel, entre tanto llanto.
Un mar de fuego, señal de lo eterno.
Y un pedazo del alba, germen de sueños.

Dejar reposar en tus besos,
y cocinado nuestro cielo.



Soy Mc.-

viernes, 8 de septiembre de 2017

3 de Septiembre

El mes de agosto iba llegando a su fin, mientras que yo huía mentalmente de lo que eso significaba. Pensaba: no quiero que se cumpla un año del peor día de mi vida.
Esa tarde del sábado 3 de septiembre, me encontraba una reunión del grupo juvenil de la Iglesia, cuando una chica dice: “Quiero pedir por Ignacio Maeder, que me acaban de avisar que tuvo un accidente”.
Yo no entendía nada.
Salgo al pasillo para llamar por teléfono, quizás mi mamá sabría algo. Sin tener idea de qué pasaba, una voz de alerta empezó a sonar en mi corazón, me heló la sangre y llorando, pude apenas articular: “Mamá, por favor, averiguá que pasó con Ignacio, me acaban de decir que tuvo un accidente”. Acto seguido llamo a Franco, que me confirma: “Tuvo un accidente jugando al rugby, le agarró un paro cardiorespiratorio en la cancha y lo llevaron de urgencia para operarlo. Es grave Mc”.
Y es verdad eso que dicen en las películas, cuando sucede lo inesperado, lo terrible, y un sentimiento de desolación te sacude por dentro: todo se desvanece.
La desesperación, la incertidumbre, la distancia hasta Rosario… cómo irme hasta allá para estar cuanto antes, para estar cerca tuyo. Todo era demasiado fuerte como para poder tragar saliva sin que me pesara. Nada me tranquilizaba, nada calmaba mi ansiedad, nada dispersaba las ganas de teletransportarme para estar al menos en el mismo edificio que vos.
Ese es el momento en el que uno se imagina lo peor. Es así. Nuestro mecanismo funciona para pensar en lo más terrible que pudiera suceder. Y yo, debo admitir, también lo pensé. No podía concebir la idea de que no formaras parte de mi presente, porque en todo lo que viví, estuviste vos. Una constante en mi vida era saber que a cualquier momento del día, podías caer a casa a visitarme, para estudiar, tomar mates, o simplemente charlar, hacernos de psicólogos, irnos por las ramas y nunca terminar de contar algo (nuestra especialidad), que me cocines porque yo no sé a cambio de vaciarme la heladera. Y que el irte a Rosario no había cambiado las cosas, ya que cada vez que venías para Resistencia esa costumbre se repetía. Charlas interminables por teléfono, cagadas a pedo, y un número importante de peleas boludas que, como buenos hermanos de distintas madres que somos, duraban menos que un suspiro. Esa es la vida que llevamos desde la adolescencia y de la que no me imaginaba prescindir.
Pero el miedo se apoderaba. El miedo y la incertidumbre. Sé que todos los que te amamos tuvimos el corazón en vilo durante esas horas, que parecían interminables. Temía perder esa parte fundamental de mi vida, mi mejor amigo, mi confidente, mi mitad, mi hermano. Recurrí a lo que más sé en momentos tanto felices como tristes, rezar. Aún tenía miedo, sí, esa parte tan humana y tan equivocada nuestra que a pesar de decir confiar en Dios, no lo hace; entendí entonces que ese miedo no se iría a desvanecer, sino que se trataba, únicamente, de confiar. Confié con mucha fuerza, y entendí entonces que Dios sabía qué hacer.
Recuerdo mi locura desenfrenada por irme, por tomar el próximo cole a Rosario. No me dejaron. Tuve que esperar hasta el lunes para verte. Recuerdo también que lloré todo lo que debía acá, para darte fuerzas al momento de verte. Y qué equivocada estaba, que quería darte fuerzas yo, y vos me las terminaste dando a mi. Después de la locura de esos dos días de tanto dolor, dudas, los más amargos y difíciles hasta ahora, en ese momento en que pude ver tus ojos llenos de luz, irradiando esperanza, fue cuando entendí todo.
Dijiste que ayer se cumplió un año de vida, y es así. Porque ese 3 de septiembre, en el que yo vi un accidente que me devastó, uno de los peores días de mi vida, vos -nuevamente vos- con tu grandeza, me hiciste dar cuenta que ese fue el día en que te salvaste. Ese 3 de septiembre fue el día que Dios te dijo: “hoy no, porque tenés tanto para dar a este mundo Ignacio, y vas a seguir acá por mucho tiempo más”.
Todos los días nos enseñás un poco más, a los que te amamos, y a los que no te conocen pero que les tocaste el corazón con tu fortaleza, con tu esperanza, con tu entrega y sobre todo, con tu amor.
¡Sos inmenso! No por algo te sienta tan bien el apodo “Torre”.

Te amo hermano. Sigue el aprendizaje, sigue la lucha. Pero que no te quepa duda, que de ella saldrás victorioso.


*Para Ignacio, de Mc.-

miércoles, 30 de agosto de 2017

Si llegara a desaparecer

Si yo llegara a desaparecer, si alguien llegara a desaparecerme, te pido que me busques. Que no preguntes si trabajaba, de qué, cuánto ganaba, de quién era pariente, a quién voté, qué creía, en que no creía, cómo tenía el pelo, cómo era mi ropa, a quiénes apoyaba, al lado de quién luchaba, qué tipo de hija era, qué tipo de padres eran los míos ni qué tipo de madre era yo.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques. Que no preguntes por qué se me busca a mí y no a unas y otros que también son buscados. Que no preguntes quiénes más me buscan, por qué, a quién favorece ni a quién perjudica.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques. Que salgas a la calle con los que me buscan, que preguntes, que no te calles, que no te quedes, que te importe. Que reclames a quienes tengas que reclamar.
Porque tengo una familia, porque tengo cosas que hacer, porque me esperan. Pero, más allá de eso, porque tengo una vida y una libertad que nadie debe atropellar.
Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques porque, donde sea que esté, voy a estar esperando que me encuentres.

Giselle Aronson

sábado, 22 de julio de 2017

En este tembleque

Hay momentos en los que te pienso y me olvido de remontarme a esta realidad que nos acongoja. Me despejo de las dudas para internarme en el refugio de tus ojos. No quiero oír los gritos, me basta con tu aliento de Vanilla.
Quiero sabernos muy lejos.
Quiero acostarme en tu cielo.
Quiero no querer quererte.
Y quiero empezar de nuevo.


Soy Mc.-

martes, 2 de mayo de 2017

Espero creer que es tiempo de volver

Las tormentas siguen azotando por ahí, en lo más recóndito de mi mar.
Aún así, están lejos. Y siento de repente una gran necesidad de tomar el impulso... cerrar los ojos y soltar, nuevamente, una fuerte bocanada de aire que libere todas mis prisiones sufridas.

Ya es tiempo
De volver,
A sentir,
A querer,
A vivir.

Aquí me encuentro, Esperando otro amanecer que llegue a mis orillas, con la suavidad de un suspiro, con la paciencia de un buda, con el aferro de un canino, con la libertad de las lenguas, con el compás de mil besos, con la música de mis sueños.
Que me abrace y me encuentre.
Que me arme y desarme.
Que me suelte y que me apriete.
Que me busque y que me salve;.
Que me enseñe y me aprenda.
Que me enloquezca y que me calme.
Que me siembre y coseche.
Que me odie y me ame.

(y quizás un poco mucho más).
Pero eso va por cuenta de quien se arriesgue.


Soy Mc.-

Pensar

Tener que detenerse a pensar en la cantidad de bacterias que rodean mi respirar, el trajín de mis sueños sin cumplir, la noche en que me volviste a hablar y un hueco oscuro en lugar de mi latir.
Quiero que me acompañes a cuantas lunas nos caigan, que sin prisa abracen mi temor, escuchando tu suspiro en mi espalda, soñando que nos congelamos los dos.
Esta mañana ha sido pesada, ya no encuentro formas para entender, que lo que ayer pudo ser sudestada, hoy duele como aquel atardecer.

Tus ojos me siguen, me acosan.
Tus besos saben a sal.
Tu boca se seca con calma.
Tu risa parece un final.

Que hoy, por hoy, y para hoy,
Seas siempre vos conmigo.





)(
Sigo siendo Mc.-

jueves, 5 de enero de 2017

¿Algo más trillado que un amor de verano?

En el entreverado de polvo, libros y recuerdos de mi habitación, me tropiezo con uno pequeño, pero muy querido. Se trataba de una mínima porción de lo que alguna vez fue una hermosa flor, regalo de Cecé en un paseo por las piedras de las costas de Brasil.
Una musiquita de las miles que colorearon mi vida en su nombre.
Un pedacito del cielo que construyó en mi horizonte.
Esa noche, me veo envuelta en un insomnio que me desacomoda, similar a aquellos que hace dos años me encontraban a su lado. En un principio, con la playa como escenario, ambos abrazándonos bajo la luna, siendo dos almas en una. Luego y tristemente, ya a 888 km de distancia (según él buscó en Internet), pero con el recuerdo ardiente de una cicatriz que seguía latiendo muy dentro nuestro.

A veces no entiendo por qué estos giros de órbita no han hecho justicia al abismo que se ha creado entre él y yo. Ello debería haberme bastado, como también el conjunto de amores pasados y tantos buenos ratos en otros brazos, para desprender de mi cofrecito la imagen de sus pecas interminables y de sus ojos hechiceros. Sin embargo, aún conserva su dulce sabor el ayer que nos cruzó un magnífico paréntesis.
¿Seguirán pasando los años con su recuerdo estancado? ¿… de sus besos acalorados, de nuestras miradas estrelladas, de las caricias sin descanso y de su abrigo a mi alma?

Sigo escarbando en el jardín de los recuerdos, y siento cómo sus palabras me cobijan una vez más, cómo me arrojo de lleno a la ilusión de sus besos, cómo junto en mis manos puñados de anhelos, cómo evoco su risa burlona con el arrastre cordobés de las últimas sílabas. Y no puedo evitar sentir una punzada muy dentro, como un arrebato de silencio, en el que ruego que exista una máquina del tiempo para volver a vivir todo eso.

Y pienso:
Si cada una de las palabras que nos hemos dicho, aún hoy, dos años después, siguen llenas de significado en mi corazón, ¿por qué no corro a él? (En realidad, sé por qué).

Y al mismo tiempo, revelo el motivo que impide a las cenizas ser apagadas; es porque sus ojos son los primeros que veo brillar cuando cierro las ventanas del alma, y porque ningún paréntesis me ha obsequiado tanta dicha al saberme amada.

Entonces me acuerdo de la canción de Jeites que siempre canté pensando en Él.
"Él ya se va,
mirando hacia atrás.
La ve sonreír, no puede llorar, al menos existe
y se enamora de lo injusto y lo imposible,

Él volverá, la quiere abrazar,
me encanta cómo eres,
es tuya y de aquel, la historia perdida,
dos leoninos desfasados en el tiempo.

Quisiera creer, que se encontrarán,
en Mendoza o en Milán,
volver a nacer, en el 3000
o liberarse a este sentir,

¡Mírenlos bien! No van a caer.
Pues el mundo gira y girará
mientras ellos se miren con ojos inmortales,
y se sueñen enredados...

Perpetuados."

Entonces concluyo lo siguiente y me dirijo a vos como si estuvieses leyendo esto: aunque que el acontecer será siempre una nebulosa flotando en nuestras mentes, si hay algo de lo que estoy segura… es que viviré para volver a verte.
Y el firmamento nos pillará compartiendo nuevos amaneceres.
Para que una vez más mis labios pronuncien el apodo que te inventé con todo mi amor:
Cecé.


Soy Mc.-

martes, 20 de septiembre de 2016

La adversidad.

Nunca la tenemos en cuenta. El pero de todos los peros. La última opción en la lista de posibilidades. El lugar reservado para pesimistas en la sala de espera del destino.
Sabemos que existe... pero vivimos como si no fuera cierto.
Nos damos el lujo de subestimar un abrazo que podría ser el último, no saboreamos un helado aún sabiendo que quizá no podremos volver a tomarlo, no echamos una vista al firmamento y agradecemos tan bendita dicha de contemplación, no nos detenemos un segundo a inspirar una gran bocanada de aire y soltarla luego con satisfacción. Perdimos la capacidad de emocionarnos ante las pequeñas cosas de cada día, dejamos de apreciarlas.
Y allí es cuando finalmente alcanzamos a vislumbrarla. Llega el momento en que la adversidad se hace presente.
Duele como una patada directo en el pecho, comprime todos nuestros órganos y estruja fuertemente aquella parte de nuestro ser que no se encuentra en un lugar específico, pero duele. Un sinfín de sensaciones vagan por nuestro interior, lo sentimos en la sangre, en la cabeza, en la panza, en el pecho. Duele en todos lados, pero al mismo tiempo, no está en ninguno de ellos.
Es entonces cuando todo se reactiva. Empezamos a prestar atención a aquello que antes pasaba desapercibido, deseando que no haya sido demasiado tarde para abrir los ojos.

¿Es necesario esperar hasta la adversidad para decidirnos a amar con todas nuestras fuerzas? ¿Para dejar de reprimir nuestros sueños y sentimientos? ¿Para darnos cuenta que la vida es un suspiro y el tiempo se nos va de las manos? ¿Para animarnos a generar cambios en nuestra realidad y en la de los demás? ¿Para dar pasos firmes y avanzar?

¿Cuántas adversidades necesitás para darte cuenta?

Yo no necesito otra adversidad.
Porque con esta adversidad puedo ver más allá, descubriendo en Ignacio uno de los regalos más lindos que Dios me hizo. Pude comprender que no debemos privarnos de nada que venga del corazón, que un te quiero nunca esta de más y que mirarse a los ojos muchas veces tiene mayor significado que un montón de palabras (por más repetidas y trilladas que resulten estas frases).
Esta adversidad me dio a conocer la inmensidad del amor. Esta adversidad nos hizo más fuertes a todos sus cercanos, quienes tenemos la certeza de que, juntos, saldremos de ella con un gran aprendizaje.
Lleva tiempo, cuesta, y sigue doliendo.
Pero hay algo que nos ayuda a no bajar los brazos: la esperanza. El sol volverá a salir para todos nosotros, y sobre todo para Ignacio. Estamos seguros de que así será.

Soy Mc.-

miércoles, 31 de agosto de 2016

Cuando Vuelan los pajaritos

El puente tambalea a mi paso.
Vengo voy y vuelvo.
La brisa y mi prisa
se hunden en el recuerdo.

Aquella torre de risas,
sostiene el velo.
Aunque permanece torcida,
yo ya no amanezco.
Ya no, amanezco.

Y sin ser sal,
me conquistó su sabor,
su eclipse mental
esfumó mi dolor.

¡Qué tarde se hizo!
Partió hacia el este.
Un alma hecha añicos,
mi brújula que no obedece.

Intenté volar cerca,
pero rechazó mi calor.
"Te espero en otro cielo"
dijo sin pudor.

Y ya no veo su azul,
pero espero sea libre.
Que un mundo de Xul
Nos tropiece y él me mire.

Y él me mire...


Soy Mc.-

¿Cómo se hace para...?

¿... dejar atrás un querer inmenso;
quitarle los miedos al tiempo;
no pensar en un futuro incierto;
volar escapando de este cielo?

¿... superar los cuentos fingidos;
no esperar lo que no vendrá;
creer que llegará el olvido;
arreglar el espejo del mar?

¿... arrancar las espinas en rosas;
llegar a la meta sin caídas;
amar las cicatrices borrosas;
vivir sin sufrir esta vida?!

La ola de sol.
Tus ojos en flor.
Mi amor por vos.
Y este vino de dos.

Soy Mc.-

miércoles, 27 de julio de 2016

Deschabando un sentir

Me hace feliz
Cuando siente el impulso de acercarse a estrujarme fuertemente contra su pecho, y siento en ese abrazo el desvanecer de todos mis miedos;
Cuando sus ojos se clavan en los míos, y compartimos un instante inmenso en el que siento su permiso para penetrar a través de ellos, un sendero largo y misterioso hacia el fondo de su alma;
Cuando sonríe tímido en mi boca;
Cuando frotamos nuestras narices para darnos un beso esquimal;
Cuando entrelaza nuestras manos y se queda admirando tan mágica unión;
Cuando me dijo algo inocente alguna vez "querés ser la madre de mis hijos";
Cuando se asoma con una nueva ocurrencia que me hace estallar en carcajadas;
Cuando me da un centenar de besos cortos, uno tras otro;
Cuando come galletitas como pajarito;
Cuando canta nuestros preferidos de rock, como alguna vez con el torso desnudo y pantalones cortos mientras me cocinaba;
Cuando acaricia mi alma con sus palabras de miel.

Lo observo y me quedo inmóvil, temerosa. Su mirada suave y pacífica, sus labios acolchonados, sus cabellos color oro, y su hermoso lunar sobre la mejilla izquierda, mi preferido entre los miles que, junto con pecas, adornan como rutas el recorrido de su cuerpo. Me enloquece su contextura de guerrero europeo, esa ternura desmedida que oculta dentro de un envoltorio de seriedad. Todo él es lo que quiero.
Entonces, quiero congelarnos ahí, para que ese abrazo sea infinito y nuestros ojos permanezcan enlazados en el mar de la eternidad. Porque el tiempo se me va de las manos y quiero quedarme con esos momentos atesorados.
Quiero.
Por lo menos.
Saber eterna esa sonrisa en mi cofrecito.

Y allí permanece.
Porque todo lo demás es pasado.


Soy Mc.-

jueves, 9 de junio de 2016

TeLlevasteConVosUnPocoDeYo.

Ayer me acordé de tus ojos
y quise dormirme en tu cielo,
patear a todos los enojos,
volar juntos sobre el viento.

Tu beso sobre el sofá.
Nuestras almas en la nevera.
Mi nostalgia ya no entiende más
que invisible te volvieras.

El café que tanto te gustó
el sexo con vista a la luna.
La tarde en que todo -o nada- se dió,
y anhelos de una corrida nocturna.

Ayer dancé con luces verdes
que regalan migajas de risas,
a los corazones contritos
despojados de toda malicia.

Hoy ojeras verdes de dolor
tardes de noches oscuras,
Mi sonrisa fingida de duelo.
Mi mar necesitando tu fuego.

Extraño los eternos desvelos
durmiendo en tu abrazo sincero,
queriendo congelar el tiempo,
y amándote muy en secreto.

Tu caricia supo ser cicatriz,
las lágrimas se están congelando.
Algún día dejará de doler,
el alma se ira remendando.

Soy Mc.-

martes, 10 de mayo de 2016

Re-empezar.

Sacudí. Limpiá la mugre. Sale si presionás fuerte, esa cicatriz de un anhelo desvanecido, el agridulce del sueño interrumpido, el aire arrebatado de un golpe.
Se puede dar vueltas al globo terráqueo en busca de otros mares que no sean los mismos llorados, pero siempre te va a perseguir el canto del ruiseñor. Que recuerdes, que sufras, que pienses y te retuerzas. No desaparece, ni con gualichos, ni con mantra, ni con yoga, ni con drogas. Quizás a veces lo reavivás como llama furiosa y termina por pegarte más fuerte.
Sólo se puede convivir con él. Aprender que la luz precisa de oscuridad, que la rosa ama sus espinas y que la brisa acaricia al fuego.

El alma se pule. Y continúa.

Todas las cicatrices son necesarias.

Tu luz fue necesaria en mi vida. Para que finalmente pueda abrir los ojos, para que el agua limpie la mugre y la deje ir. Tu luz me regaló todos los colores del arcoiris, los que más me gustan y los que me desagradan. Me hizo subir y bajar en la montaña rusa del amor. Fue una luz que titiló un rato, pero el justo y necesario para devolverme el aliento.

Gracias por esa luz, y por el vino embriagador de tus besos.
Me guardo las musiquitas que deja en mi alma esa luz, tus abrazos de terciopelo que me llevaban al sol, tu sonrisa suave como vela de águila, tus ruidos de marioneta, tus ojos de cristal que mataban mis pesadillas, tus mimos de oso, tu respiración de otoño y tu dulzura inconmensurable.
Te voy a querer mucho como te quería hace dos días y como lo volveré a hacer cuando pase la tormenta. Ricardo, Dante. Cualquiera de tus dos nombres. Pero indudablemente, mi Teddy.

Soy Mc.-

miércoles, 2 de marzo de 2016

Algo más que un ayer

El té frío. La ropa mojada. Los ojos cansados. La mirada perdida.
Su rostro frente al de él.
Su abrazo tierno.
Su sonrisa de despedida.
Su hueco en el corazón.

Eso había sido el color del adiós que pintó en su alma.
Los sueños desvanecidos.
El tiempo perdido.
La mente atormentada.
El desconsuelo eterno.

Soy Mc.-

lunes, 15 de febrero de 2016

Hechizada

Paso a explicar la tormenta en la que me sumergí.
Unos ojos tan espejados como el cielo me invitaron a dar vueltas en la luna, los mismos que me sonrieron por primera vez hace cuatro años en un confuso episodio arrinconado en mi memoria, aquellos que un año atrás me contemplaron con la extrañeza de quien se encuentra frente a un desconocido.
Nos encontramos una vez más, como siempre, de sopetón. Y como una ola destructora que a lo lejos no aparenta amenaza, me derribó.
Fue así que esos ojos brillaron en los míos. Y hoy, me siguen a todas partes. No me dejan dormir ni comer tranquila.
Y lo curioso... es que es estos ojos, aunque ya no voltean hacia mi, me han hipnotizado. Cargo a cuestas los efectos de ese atropello a mi corazón, que antes se sabía libre, y hoy sólo encuentra consuelo imaginando el dichoso día que ese horizonte infinito enfrascado en dos iris lo ame.
Todas las otras miradas hoy lucen igual, todos los ojos tienen el mismo color; un color indiferente para mi.
Sólo esos ojos quiero que me miren.
No sé si fue suerte o tortura caer en este enredo. Pero ya no me puedo escapar.

Esos ojos me tienen atrapada.




Soy Mc.-
PD: La culpa la tiene Ricardo, no Fatmagül.

viernes, 22 de enero de 2016

Lo que será.

El café espumoso y con mucha crema, como tanto le gustaba, la observaba fijamente. “¿Por qué, Lucía? ¿Habrá de ser lo correcto?” Eran las 9,30 de la mañana, pero el calor veraniego en la costa de Barra entraba a los empujones por los recovecos abiertos de aquel bar. A pesar del sol, era una mañana triste, tanto como sus ojos. Sus iris color cielo se habían complotado con el firmamento para afligir cada corazón que esa mañana se dirigía a la playa deseoso de disfrutar aquel paraíso.
Evitaba tomar el café, para no disminuir el tiempo que le quedaba allí, en su adorado sillón de felpa color turquesa, frente a la sencilla mesa ratona de algarrobo, con su florero amarillo lleno de margaritas dispuesto en el centro, junto a la ventana en forma de círculo que proporcionaba una vista perfecta a la parte sur, la más bella de la playa. Las margaritas las traía ella cada mañana, luego de su matutina caminata a la playa y de paso por casa de la señora Brunna, quien le permitía arrancar tres o cuatro de su plantación, las que no se encontraban lo suficientemente sanas como para sobrevivir más de unos días. A la hora de su café con medialunas de las 10,30, encontraba aquel sagrado espacio vacío, esperando por ella, como si le perteneciera.
Ese sábado era inusual, lo sabían desde Robel, su gran confidente, quien cada mañana dejaba junto al florero (todavía vacío) un piropo distinto escrito en el anotador de los pedidos, que Lucía leía divertida antes de colocar las flores en el recipiente, hasta Luana, Carlos y João, el dueño de la tienda. Robel conocía bien a su amiga, de modo que a juzgar por el semblante y la temprana aparición de Lucía, lo mejor era no preguntar.
En la cabeza de la muchacha se libraba una carrera a toda velocidad. Las ideas iban y venían, el miedo, la duda, la prisa, la calma. Un enjambre de sentimientos encontrados le revolvía el estómago y le impedía tomar ese café tan especial, el motor que recargaba de alegría sus baterías diarias. No aguantó más, tuvo que apresurarse hacia el baño, para echar por el retrete toda su angustia de una sola arcada.
Cuando se repuso, fue hacia la puerta de entrada, lanzando una mirada desorientada a Robel, quien con un gesto llamó a Carlos para que atendiera su mesa, y corrió hacia ella. Lucía le indicó que se retiraba con un suave ademán y señaló el dinero en la mesa. El muchacho, asustado pero comprensivo, asintió con la cabeza y besó la frente de aquella joven de rostro risueño que llenaba de luz aquel olvidado bar de segunda.
Una vez en la vereda, emprendió regreso. El camino hacia su hogar, que siempre le resultaba demasiado corto y alegre, se volvió una interminable pesadilla. Olvidaba las calles, confundía casas y perdía el eje a los pocos metros. El malestar volvía a encenderse en su vientre y ardía junto al dolor que aprisionaba sus entrañas. A cada paso que daba, le resultaba más difícil continuar, sabiendo y sintiendo en todo el cuerpo el peso de lo que estaba a punto de hacer.
Se detuvo frente al umbral de su pequeña casa, una modesta pero ciertamente bella construcción de una planta, con un simpático jardín en el frente, portón blanco en forma de cerca y grandes ventanales. Era el hogar de sus sueños, y recién en ese entonces cayó en la cuenta de cuánto adoraba aquel lugar, cuando antes estaba segura de que no permanecería allí mucho tiempo.
Los cinco años vividos en aquel moderno pueblo de Brasil habían sido los mejores de su vida. Junto a su amado habían logrado establecerse allí durante ese tiempo, debido a los gratos servicios prestados a la Fuerza Aérea por parte de su esposo, a quien le otorgaron un plazo mayor al debido para ejercer funciones especiales en la Dirección General de Inteligencia. Comenzaron desde cero una vez más, luego de tantos destinos variados: Austria, Grecia, Polonia, Ecuador. Lejos de su natal Argentina, de sus afectos y de los amigos que había dejado en cada lugar donde vivieron, Lucía por primera vez comenzaba a sentirse como en sus años de adolescencia, libre y segura, siendo ella misma con el mundo, viviendo sin preocupaciones y dejando pasar los días con tranquilidad armoniosa. Imaginar en volver a construir su vida una vez más la destruía por dentro, pero las lágrimas no salían aún, las tenía guardadas para el momento culminante.
Oyó pasos que se acercaban a la puerta, y una vez abierta, sus rostros se encontraron. Ese joven de melena dorada y escandalosamente turbulenta, de ojos dulces color esmeralda, de sonrisa inmensa y dientes de roble, seguía reflejado en aquel hombre canoso rapado al ras, con ojos cansados y cuatro líneas de expresión bien marcadas en la frente, que la miraba fijo y paciente. Lo seguía amando. Y lo haría por siempre. La observó con extrañeza y se hizo a un lado para que entrara. Lucía no esperó más.
— Vengo a decirte algo muy importante, Pedro. Necesito que me escuches y no me interrumpas. Estoy enamorada de este lugar, no puedo irme contigo. Quiero decir, ya no puedo seguirte. No puedo continuar mutando mi vida y amoldándome a tus necesidades. Sé que te dije que te seguiría hasta donde el viento nos lleve, pero en este momento hay algo más que me ata a quedarme aquí y tener una vida normal. No puedo, lo siento.
— ¿Qué es eso que te ata a este lugar?
— La verdad, es que conocí a un hombre. Y me iré a vivir con él. Tú podrás seguir viviendo tu sueño de viajar por el mundo y seguir escalando en lo más alto de tu carrera, como te lo propusiste. Creo que nuestros caminos se bifurcaron, queremos cosas distintas. Ya no te acompañaré en este viaje.
Pudo ver el dolor en sus ojos, la daga de la traición que le atravesaba el pecho.
— Y dime, Lucía, ¿este hombre en verdad te ama?


•••


Sintió la piel entumecida, como si hubiera estado inconsciente un buen rato. El sudor descendía por su frente y corrió al baño, acelerada por la urgencia de las recurrentes náuseas prenatales, por la gravedad de las mentiras que guardaba en su interior y por el plan que estaba llevando a cabo para librar a su esposo de aquello que él consideraba un tormento y algo innecesario para su perfecta vida. En el sueño no resultó como lo esperaba y el temor por algún desenlace terrible le helaba la sangre.
Cuando se casaron, tan felices y embriagados de amor, se propusieron llevar una vida de juventud eterna, de incontables destinos y aventuras de las cuales sólo ellos dos serían los protagonistas. Irían a tantos lugares como le encomendasen a Pedro y disfrutarían las maravillas que esconden los tesoros perdidos en cada historia, cada casa, cada restaurante, cada esquina y lugar que les toque pisar. Desistieron de la idea de formar una familia en el momento que se juraron amor eterno.
Esta luz que empezó a crecer en su vientre hace dos meses, pero que ella recién descubrió una semana atrás, formó parte de un error de cálculo que nunca debía haber ocurrido, pero que ya cometido, hizo que toda idea de acabar con aquel corazón que empezó a latir junto al suyo se disipara inmediatamente de los pensamientos de Lucía. Amaba a ese diminuto ser que quiso ser fruto de un amor tan desmedido como el de ella y Pedro, a pesar de que no fue buscado.
Sin embargo, conocía bien a su esposo. Tal como se conocía a su antigua ella antes de haberse derretido cuando oyó un doble bip a través del monitor de la ecografía; sabía que en un pasado, ella estaría de acuerdo con él en no tenerlo.
Es por eso, que había optado por convencerlo de que tenía un amante, la única opción ante la que su marido no intentaría todo lo posible para lograr emprender viaje juntos una vez más. Pedro se alejaría para siempre de ella, sería feliz con su vida de brigadier, y ella podría criar a su hijo como una madre soltera. Era la mejor alternativa, aunque no la menos dolorosa. Entendía que ahora su existencia ya no giraba en torno al amor de toda su vida, al hombre de su adolescencia, con el que soñaba todas las noches y amaba de la misma manera que hace 15 años, sino que absolutamente todo, hasta lo más pequeño, se lo debía a su hijo.
Se lavó la cara y se asomó lentamente hacia la cocina, que para su asombro estaba vacía, ya que Pedro siempre la esperaba para desayunar antes de sus ejercicios de la mañana. Abriendo paso hacia la heladera para buscar un poco de leche, encuentra pegada a la botella una nota, que decía: “hasta aquí llegamos”. E inmediatamente, el miedo la invadió por completo. Aterrorizada, pensando cómo su marido pudo haberla descubierto, y cuán enojado estaría, se apresuró a desplomarse en la silla antes que caer al suelo. En la mesa, había una segunda nota, que decía: “ve a la sala”. No podía imaginar por qué la estaba torturando así, ni qué discurso preparar para la hora del enfrentamiento. Totalmente pálida y aterrada, arrastró los pies hasta la habitación de al lado donde Pedro la esperaba de pie.
Atinó a decir algo, pero su marido colocó el dedo índice sobre los labios para indicarle que callara. Le tendió la mano, que Lucía, aún desconcertada, tomó. Fueron hacia el balcón, ella intentando adivinar las expresiones de aquel hombre que se mostraba totalmente frío, como si en aquel momento no pudiera correr una gota de transpiración por su cuerpo. Lo primero que pudo distinguir es algo raro en el cielo y, acomodándose las gafas para ver mejor, notó que se trataba de un avión de reacción. El mismo, acababa de garabatear un mensaje que decía nuevamente: “hasta aquí llegamos”.
Cuando volvió la mirada, vio a su esposo de rodillas, sonriente, hermoso, expectante. Recién pudo notar que llevaba su uniforme de gala, una chaqueta azul, camisa celeste y pantalón también azul. Incluso en ese instante en que ella desvió la mirada hacia el mensaje en el cielo, logró ponerse el fantástico sombrero blanco que lo hacía lucir como un príncipe.
— He pensado mucho en todo esto. En el tiempo que ha pasado, las decisiones que tomamos y todo lo que vivimos en estos 15 años de amor. Nunca te vi tan feliz en otro lugar como aquí, tu corazón no quiere partir hacia el nuevo destino. Me di cuenta de que perteneces a este lugar, a pesar de que yo no lo sienta así conmigo.
— Pedro, yo…
— Sin embargo, yo pertenezco a donde tú pertenezcas. Siempre has aceptado los caminos que nos trazó la vida y cumplimos la promesa de vivirlos juntos. Me seguiste hasta donde nos llevó el viento. Y hasta aquí llegamos. Siempre fuimos diferentes a las demás parejas, y dijimos que no queríamos eso para nosotros. Pero últimamente veía en tus ojos el deseo por algo más, por aquello que antes no estábamos dispuestos a ceder, de dejar que nuestro amor sea más grande que sólo tú y yo. Eso hizo nacer en mi el mismo deseo. Y francamente, he descubierto que todo lo que tú quieras, lo querré por igual. Porque mi destino eres tú. Porque te amo.
Lucía logró esbozar un rápido pero muy sentido “te amo”, antes de arrojarse a los brazos de su amado, y que una vez más se revuelva su estómago y largase de una vez por todas aquello que tenía guardado en su alma, y que finalmente sería cierto.


Soy Mc.- 

sábado, 9 de enero de 2016

Tiene que doler

Tiene que doler el suspiro que concibe una nueva vida
Tiene que doler el indicio que abre el anhelo de ser fecundo
Tiene que doler la unión de dos almas en perfecta armonía
Tiene que doler el placer que se desploma en un segundo.

Tiene que doler la lluvia desmedida sobre las mejillas
Tiene que doler el frío en cuerpo y alma
Tiene que doler una caída sufrida
Tiene que doler la tempestad que antecede a la calma.

Tiene que doler el último suspiro de un ser querido
Tienen que doler las tretas del destino
Tiene que doler un sueño perdido
Tiene que doler el lujo de estar vivo.



Soy Mc,-

Cerco de madera

La pesadilla recurrente en cada sueño, la ruta desolada y el sol maléfico no daban tregua. Los días, horas, minutos y segundos, que no se apresuraban en su paso, iban devastando poco a poco el templo corporal de ese hombre que alguna vez albergó magia. Habían perdido sentido las historias de aventuras que se disponía a contar con los pantalones arremangados y la mirada fija en el horizonte, sentado sobre algún cajón de cervezas, que atraía a un público de todas las edades y permanecía horas intrigado sobre el fascinante relato. No había destellos de esos bigotes tan prolijamente peinados, que más de un joven admirador intentaba mantener a duras penas para ser como su héroe. Su contextura de roble y su altura extremadamente por encima de lo normal, ya no podían imaginarse pertenecientes a aquel anciano encorvado que arrastraba los pies por la tierra sin intención de mayor esfuerzo. Su olor a vino y menta, sus manos perfectas que lo podían todo, desde crear fuego con hojas verdes y una roca, hasta increíbles recogidos en los cabellos más rebeldes; su respiración tosca, sus ojos infinitos, su sonrisa deslumbrante, su presencia apaciguadora, su voz gruesa pero amable, todo se fue desvaneciendo. La guitarra pintada a mano por un tatuador que conoció en una aldea de Mauritania, su más preciada y valiosa posesión, había sido obsequiada a un joven transeúnte, horas después de su última presentación en las costas griegas de Santorini. 
Se encaminaba con un sólo rumbo, sumergido en el desierto de su alma, aquel cuerpo vacío, un envoltorio sacudido por la fiebre del dolor y la ruina del corazón.
Frenó de golpe, ya no era necesario seguir caminado. Se encontraba frente a aquel cerco de madera tan familiar, desdichado por las décadas pasadas desde la última mano de pintura, que él recordaba como si hubiera sido ayer, cuando junto a los ojos de sirena que amó toda su vida, pasó un atardecer arreglando. Había conocido ciudades ocultas, playas desiertas en las que no se distinguía la diferencia entre el color del mar y del cielo, su piel abrazó la nieve en valles de arcoíris, acampó semanas enteras bajo el terror de la jungla durmiendo a pocos metros de animales feroces, visitó laberintos de los edificios más modernos y meditó en la tranquilidad alrededor de tribus milenarias. Había recorrido el mundo con una paciencia de hormiga y la humildad necesarias para saborear la inmensidad del mundo y dar cuenta de su propia insignificancia. Observó paisajes con los que tantos pintores sueñan deleitarse algún día, pero supo que, el verdadero paraíso, era esa casita. Esa pequeña construcción de dos plantas con ventanas color miel, con una puerta de adobe decorada por lucecitas navideñas todo el año, con habitaciones de pocos muebles y olor a lavanda, con sus ventanales inmensos que derribaban la privacidad, con su galería que conduce a la bahía y con el aire que se respiraba gracias a la presencia de aquella incandescente muchacha, que supo ser la única que se arrancó lágrimas de sus ojos duros y oscurecidos por la tristeza.

Esperó lo que fue una eternidad. Había repasado una y otra vez ese momento en su cabeza, los pensamientos le carcomían hasta el recuerdo de respirar, y cada tanto se sobresaltaba al saberse sin aire. Cargó con paciencia y por quinta vez sus pulmones, cerró sus ojos despacio y subió con dificultad la minúscula escalerilla que conducía a la entrada. Tocó a la puerta, sabiendo que existían más de quince escenarios distintos con los que se podía topar; los había analizado uno por uno, anotándolos en un cuaderno que guardaba junto al estuche de su guitarra, practicando la ensayada respuesta que daría ante cada uno de ellos. Quizás se sorprendería con alguno inimaginado, supuso más de una vez, lo que daría lugar a la improvisación. Aunque bien en el fondo sabía que mantener la cordura no era una osadía fácil, ya que aquello determinaba un momento esperado hace veinticinco años, de modo que tanta preparación probablemente resultara ineficaz. Además, le fallaban los reflejos que caracterizaron al personaje de leyenda que solía ser en la juventud. Los años se le cayeron de sopetón y la fatiga acentuaba cada arruga en las facciones de su rostro. Oyó pasos, el corazón se le quería salir, “no es hora de otro infarto” retó al órgano, quien obediente decidió callarse cuando la puerta se entreabrió. Unos ojos blancos como platos de una joven de unos 20 años abordó a ese anciano que la miraba con el ceño fruncido. Él se presentó, pero ella nunca había oído de su nombre, ni el de la mujer por la que preguntaba.


Soy Mc.-

lunes, 4 de enero de 2016

Abrigándonos el alma

Eran las 4 de la tarde en la plaza Vera de Corrientes y nos inundaba el sol radiante. El calor se reflejaba en cada rostro transpirado que cruzaba ante mis ojos, junto con los pasajeros que, apresurados, bajaban y subían de los colectivos, en busca de algún refugio para el sofocante verano avecinándose.
Yo me encontraba sentada en un cantero, esperando a una amiga, pero no sabía que también me hallaba esperando al destino, que me iría a regalar una porción de cielo aquella tarde.
No daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, estaba sumergida en mis pensamientos, analizando mi interior, con la certeza de que la espera sería larga, y me puse a vagar con mi mente llevándola lejos de mi cuerpo. Había un par de cosas por acomodar, algún que otro sentimiento encontrado, más de una situación por resolver, peleas y conflictos entre mente y alma.
Para mi suerte (aunque al principio no lo creí así), no duró mucho mi ensoñación, por más que disfrutaba de esos instantes sagrados de Mc con Mc. Me distrajo cierta música -que no provenía de mi mente- que había empezado a sonar cerca mío. Siempre que se trata de ella, hace que mi atención se desvíe completamente, y la siga; más aún cuando se trata de un desconocido que se dispone a compartirla en medio de la calle.
Mi mirada direccionó hacia aquel muchacho de melena grande y pantalón divertido. No tardé en entusiasmarme con la melodía que provenía de la unión de guitarra y voz. No conocía la canción, pero sentía que mis oídos abrazaban la música y cada estrofa se paseaba por mis adentros, como sangre fluyendo por las venas.
Está ahí, eso que nos detiene y nos abriga. Esa sensación de alivio, de estar en casa pero lejos, de unir varios mundos en uno. Ella me atrajo hacia él.
Habrá pasado más de media hora mientras lo contemplaba con disimulo y marcaba con mis pies el ritmo de sus temas, pero no conseguí armarme de valor y acercarme a charlar.
Al rato, un señor se puso a conversarle, allí fue donde obtuve mi primer puñado de información de forma indirecta. Alcancé a oír que estaba de paso, antes de volver a su Córdoba natal por un tiempo, para luego encaminarse hacia Chile. Pasea conociendo lugares con su guitarra como compañera y la música como magia para atar complicidades.
Finalmente pensé, era hora de acercarme, antes de que se fuera. Deposité algunos pesos como pago del mini concierto que pude disfrutar, trueque de sonrisas mediante. Y todo fluyó.

Fue escaso el tiempo compartido, y tuve regresar a casa, con la incertidumbre de si él iría a recordar mi nombre para encontrarme luego. No intercambiamos números, existía la posibilidad de que ese chau quedara en una simple anécdota y se esfumase con el sol poniente. A veces eso es bueno, meditaba al cruzar el puente que divide Chaco y Corrientes, con cierta melancolía por lo fugaz, pero alegre por el encuentro casual. Nuevamente para mi suerte, en la era de las redes sociales, san facebook nos brinda la oportunidad de acortar distancias a la velocidad de un click. Y su memoria fue buena, porque recordó mi nombre y su mensaje fue bienvenido con una enorme sonrisa.
Lo bueno de esas redes es que nos permiten despojarnos de timidez a la falta de contacto personal. Y así fuimos: compartiendo, siendo, abriendo y cerrando puertas de nuestro ser para darnos.
De ese modo, nos fuimos domesticando, como el principito y el zorro. Empezamos a descifrar el misterio oculto detrás del envoltorio. Tanto él como yo teníamos desacomodados nuestros pedazos, todavía nos sabíamos estancados en un pasado lejano y en el lamento por nuestros amores perdidos. Quizás esa coincidencia, al mismo tiempo que una gran disparidad en cuestiones como religión o política, sirvió para ensamblar lo que a uno le faltaba, con lo que el otro tenía. Él era la pieza que rellenó parte de mi rompecabezas.
Si bien la distancia entre ambos se acrecienta -cada vez más-, ya que ahora él se encuentra en Chile y yo en Brasil, hemos ido enlazándonos con un intercambio de vidas, y hoy, de alguna forma, nos pertenecemos. No como amantes, no como amigos, simplemente como Tomás y Mc.

La música también ata cuerpos, Y esta vez fueron los nuestros.


Soy  Mc.-

domingo, 27 de diciembre de 2015

Enriedo

Como manchas de tinta azul en los dedos, como cordones de zapatos desatados, como las apuradas por llegar tarde a una reunión, como los pequeños espacios por los que entra el agua en las tormentas, como la caída accidental de una taza, como mis mañanas con tropiezos y desvanes, como mi alma alborotada, así como así, de pronto… llegó a enlazarse con la suya.
Pienso despacito para que las ideas no se me escapen, quiero amontonarlas porque las descaradas corretean en mi mente. Pienso despacito para recordarlo todo. Pienso despacito porque es lo que me ha quedado. Un enorme cofre donde guardo una porción de su corazón, que me regaló sin pensarlo, y un mapa con las rutas que recorrimos juntos, con sus tribulaciones, sus maravillosos senderos, y sus inentendibles atajos. Nos guiaba esa luz que parpadeó incesantemente, y de a ratos pretende asomarse para indicarme que sigue allí.
Pienso despacito. A dónde ir. Cómo seguir. Me estanco por enésima vez. Y pretendo esconderme, detrás de una sonrisa forzada y alguna noche de alcohol.

Pero lo sé. Lo sabe. Volveré a estallar, volveré a extrañar, volveré a él.

Soy Mc.-

jueves, 19 de noviembre de 2015

Fin.-

Prometí que sería la última.  Mi corazón selló el trato y dijo adiós. No esperé escuchar su respuesta y salí corriendo. Tenía miedo de que una vez más la debilidad dominara mis entrañas al ver su rostro y rendirme en su abrazo.
Las lágrimas también me prometieron salir por última vez. El pacto había sido firmado.
El cielo se nubló junto con mi semblante y la tormenta que parecía avecinarse estalló.

No hay tiempo que perder.
Debo tomar el avión ya mismo.
Pego un vistazo entre todos los recuerdos que había conservado hasta entonces y caigo en la cuenta de que no podía llevarlos a todos, porque apenas tenía una mochila de equipaje. Decidí guardar un poco de todo en pequeñitas cantidades, los tres o cuatro momentos más felices por supuesto, algunos de mucha tristeza para no dejar de lado las discrepancias de lo vivido, un par de metidas de pata para reírme si siento nostalgia y un miedo por si acaso me pica las ganas de volver, eso mantendrá la mente fría ante la posible caída, Creo que ya está.
Llego al aeropuerto, se veía sombrío y gélido. Una ventolera desordenaba mi mechas, no entendía de dónde provenía si me encontraba en un espacio cerrado. El ambiente no me agradaba mucho y de a ratos me tentaba volver. "Ni lo pienses", me repito al instante. Sostengo firmemente mi boleto y me encamino a abordar.
El tiempo pasaba increíblemente despacio, todo el proceso de abordaje parecía tardar mil horas más de lo normal, todo se volvía tedioso. Podía sentir el tic tac insoportable proveniente del reloj del señor que se encontraba sentado a mi derecha.
De pronto, se encienden los motores. Mi corazón bombea a una velocidad inexplicable. Siento que quiero bajar. Me atacan por dentro un sinfín de sensaciones a la vez. No puedo respirar. Empiezo a toser y el señor me pregunta si estoy bien. Respondo que sí pero la agitación no disminuye.
Probablemente si miro por la ventanilla él estará allí, esperando, como siempre lo ha hecho.
Debe estar deseando que voltee a verlo.
SÉ que está ahí, todo mi cuerpo lo sabe. Por eso me obliga a retorcerme.
Si miro, es el fin.
Cierro los ojos. Inspiro una gran bocanada de aire y me contengo con todas mis fuerzas.
El avión empieza a moverse, siento que nos alejamos y esas últimas lágrimas que me lo habían anticipado ruedan apresuradas por mis mejillas una tras otra, sin parar. La velocidad va en aumento, mis manos aprietan el asiento y cuento hasta veinte.
Luego, calma absoluta. Estamos en el aire.
Abro los ojos, y me encuentro con los ojos del señor que me miran sonrientes y me dice con una particular tranquilidad: "Ya pasó lo peor". Tenía un rostro que me resultaba familiar, pero decidí pasarlo por alto y le respondí con una leve sonrisa.
Estaba en lo cierto.

Soy Mc.-

jueves, 15 de octubre de 2015

Será.

Miro hacia abajo, no puedo ver bien. Sólo hay niebla. Inmensidad.
Aterrador, y ciertamente desconocido para mi.
Siento tu mano que me aprieta con fuerza y me dice:
— Saltemos.
— Pero... ¿juntos?
— Juntos.
Y caímos. nos rendimos.
Y somos.
Lo que siempre quisimos y nunca pudimos.
Nosotros.



Soy Mc.-

martes, 22 de septiembre de 2015

Nosotros

Lejos, cerca. Quizás en el recuento de votos a favor y en contra de las secuelas de tu existencia en mi vida, pueda llegar a estimar una apreciación justa de todo lo que ha significado para mi este tiempo. Estos años. Estas idas, vueltas, dolor, alegría, incertidumbre, miedo, y un no sé qué.
No tengo idea de cuántos otoños seguirán pasando sin que piense con melancolía en las caminatas por el parque Mitre hacia nuestros campus, en las escapadas de clase para pertenecernos en algún rincón despojado de miradas, en las noches interminables y en todos mis anhelos compartidos recostada en tu pecho con tus ojos abrazándome suavemente.
Cuesta, la distancia que me aprisiona es la misma que supo darme la libertad que necesitaba, luego de comprender lo valioso de la soledad. Esa misma soledad que me ayudó a descubrir la fortaleza en el dolor, la templanza en la desesperación, la calma en la angustia.

Hoy te veo desde lejos, y debo reprimir las lágrimas que se apresuran a rodar por mis mejillas, y las ansias por correr hacia allí, tus brazos, mi lugar en el mundo. Sé que tu querer es el mismo que el mío, sé que tu corazón late tan fuerte que quiere salirse cuando chocamos, cuando nuestras manos se entrelazan, cuando pronunciamos esas dos palabras que tanto nos cuestan y tanto nos gustan. Lo sabemos, lo vemos en el brillo de nuestros ojos en total complicidad y armonía, lo sentimos en el cosquilleo de nuestras panzas, lo oímos en nuestras respiraciones entrecortadas, lo percibimos en el nerviosismo que flota en el aire y que pareciera nunca terminar y que hace de cada vez, la primera.
Pero sabés, y sé... que no podemos. No sabemos ser. Y tal vez debamos esperar unos cuantos giros de órbita terrestre para darle lugar a lo que indudablemente queremos, pero no logramos descifrar, no hemos alcanzado todavía el modo de cómo hacerlo.
Somos así.
Difíciles.
Iguales.
Y nos amamos.



Pero.






No sabemos ser.
Soy Mc.-

viernes, 7 de agosto de 2015

Siendo

Pienso en el tiempo que ha pasado y un sinfín de musiquitas rondan en la inmensidad me llaman de a ratos en los momentos y lugares menos oportunos aparecen y resuenan me quieren llevar al recuerdo entonces es cuando trato de negarme porque irme para atrás de nuevo no quiero creo que se debe a que ya me estoy desprendiendo de eso que en algún momento supo ser mi espina aunque ahora no duele tanto es impensable el verme desde esta esquina de la vida y no sentir remordimiento por aquellas cosas que debieron ser y no fueron que tal vez hayan podido haber alcanzado su desenlace de fantasía en alguna playa de Brasil sobre la furia de las olas la melodía del viento y la tranquilidad de mi alma entre tantas bellezas que Dios me regala y con tus ojos sinceros contemplándome fijamente y hoy me encuentro esperando que esa imagen pueda volver a presentarse en mi realidad pero ya entendí que es fruto de un aprendizaje que una cosa lleva a la otra y que si hoy mi corazón ya no puede contemplar al tuyo es porque así lo dispone cada uno o cada circunstancia aunque cuesta pero dentro de todo creo que hubiera deseado que sean tan sólo algunos más instantes de los que fueron los que compartí a tu lado y es que volar hasta ese calor y ese frío que sentía al mismo tiempo cuando te tenía cerca no se comparan tal vez los vuelva a vivir en otra vida o en otro cuerpo pero el paréntesis y nuestras cargas nos hicieron llegar hasta ahí como desgastados como tristes como vacíos y eso es lo que nos llevó a un punto donde todo era mágico y la dicha volvía a iluminar nuestro mirar el universo sonreía y hasta lo más pequeño se hizo gigante la sal en el cuerpo y las brasas de la fogata hasta el overol del que hablabas así y todo lo que yo traía que ya no aguantaba quería tirarlo desprenderme y finalmente pude por eso fue tan significativo tu abrazo y tu beso y tu sonrisa inmensa a veces creo que la extraño pero me di cuenta que si en un cofre guardo todo aquello va a ser para siempre mi tesoro y si me conceden otra oportunidad de verte de lejos prefiero para quedarme admirando tu lindura y tu pelo rojizo entonces voy a descubrir de nuevo que sí que fue cierto que no lo soñé y que supiste obsequiarme un instante eterno.


Para Cecé. Donde sea que esté, donde sea que él es, un abrazo inmenso como nuestro pequeño infinito.

Soy Mc.-

jueves, 12 de marzo de 2015

Dilema

Interrogantes miles vagan locamente de aquí para allá en mi mente. Suelen hacer ruido, de vez en cuando duelen, otras veces me llenan de bronca, otras me inundan de lágrimas el rostro, de a ratos me alegran corazón. Me ponen de mil colores al mismo tiempo. Que rojo, que amarillo, que violeta, que blanco, que negro. Aunque el que más me desagrada es el color gris. El gris es la incertidumbre de la incertidumbre. No sé qué es lo que no sé.
Hoy en día traigo a rastras mis sentimientos, dudo si esconderlos por un rato, o intentarlo al menos.
Recuerdo con añoranza mis tiempos de iceberg, y pienso que quizás sea hora de volver.
Pero luego recuerdo, que esa sensación de cosquilleo y como ganas de hacer pis, que ese dolor lindo de panza, que esa inevitable sonrisa boluda, todos y cada uno de los síntomas de enamoramiento, una vez que son superados para dar lugar a eso tan inexplicable que conocemos como "amor", son como la caja de pandora. Una vez abierta comienzan las desdichas.
Quiero cerrarla. Sólo por un tiempo. O volver un par de años atrás cuando se abrió por primera vez, para que permanezca oculta como había sido hasta ese entonces, en una zona desconocida de mi ser.
Quiero reponerme de las desdichas amorosas.

En conclusión: Quiero dejar de ser tan pelotuda.


Soy Mc.-

jueves, 26 de febrero de 2015

Dejar... ser

El verdadero valor de querer... ¿Cuál es?
Pretender amarrar a una persona para no soltarla nunca más. Que su alma pueda permanecer por siempre unida a la tuya, sin más ni menos. Desear que los instantes sean eternos en su compañía. Llevarla muy lejos para disfrutar cada amanecer solos los dos. No pensar ni siquiera imaginar en algo sin su presencia. Tener la conciencia de que en cada cosa, por mínima que sea, está esa persona. Lo es todo. Y sin ella, nada.

Bueno, solía pensar que era algo así.
Hoy, me considero un poco más madura.


Quiero creer, que sea cual sea el amor de toda mi vida, aquel con el que quizás Dios me permita dejar una descendencia y un infinito en el cielo, no lo amarraré. Porque eso que antes creía, o sentía, o tal vez sólo creía sentir, actualmente se encuentra más distorsionado.
Todas esas cosas, propias del ser humano, egoísta, posesivo, egocéntrico, de querer adueñarnos de alguien, de considerar sumamente factible que ese alguien lo deje todo en pos de un futuro juntos, las estoy desprendiendo de mi.

Quiero ser. Y dejarme ser, implica dejar ser a los demás.
¿Por qué querría algo que no sea lo mejor de lo mejor para la persona con la que sueño? ¿Por qué habría de anteponer MI felicidad a la suya? Eso, no es querer.
Sé feliz.
Sé.
Amá, respirá, abrazá, hacé el amor, soñá, sonreí, llorá, sentí.
Hacé todo lo que tengas que hacer.
Lo que te haga feliz.

Si vos sos feliz... yo también lo seré.



Soy Mc.-

sábado, 14 de febrero de 2015

Sin revés

El corazón está cansado.
De jugar.
De perder.
De luchar.
De ceder.
No sabe qué hacer.
Llega un punto en el que todos los infortunios dejaron cicatrices tan dolorosas que de tan sólo mirarlas produce estupor.
Llega el momento en el que las lágrimas se deshacen a la vuelta de la esquina, y no sé si cruzar, o volver, o parar. Parar de una vez por todas.
Tengo que juntar los pedacitos que se van cayendo en el camino, para pegarlos con boligoma una vez más. Alguien vendrá a rearmarlo todo y no dejará que vuelva a romperme. Pero, ¿vendrá?
Aunque el corazón es tonto para ilusionarnos a tal punto a veces, es lo que nos da esa luz interna que hace que nos sintamos vivos. El dolor, nos devuelve a la realidad, nos baja de la estratosfera.


Mi corazón, hoy no sabe nada. No quiere saber. O sí sabe, pero quiere dejar de pensar en todo esto.
Quiere tirar todo a la mierda. Tomar el impulso y hacer lo que siente, eso que lo desgarra por dentro, que parece un grito ahogado en el medio del vacío. Pero no puedo dejarlo. Voy a perder si lo hago.

Sólo puedo conformarme con mi parte del cielo. Que no está acá, está lejos.
Y aún así, la quiero. No la tengo, no me pertenece, pero la siento.
Es todo lo que sé, es todo lo que entiendo.
Lo que me pasa por dentro, no sé cómo llamarlo.
Quiero tener mil horas y mil días más para ver que tan real es esto. Aunque pensándolo bien, no lo necesito. Porque YO lo veo, está acá adentro, clavado como una estaca. Me saca mil sonrisas cada día, sin siquiera tener idea de ello, sin decirme nada. Es que él está en lo más pequeño, y en lo más grande al mismo tiempo. Está en la luna que nos une a kilómetros, y nos devuelve a ese sueño que compartimos a orillas del mar. Está en el aire que me refresca cada tanto, cuando me sofoca su falta. Está en el tiempo, que pasa, traicionero, y me sacude los recuerdos. Está en el anhelo, de volver a vernos. Está en mi sonrisa, en mis ojos, en mi alma. Está en el horizonte, que me pide por favor que corra, que lo siga, que lo atrape y no lo suelte nunca.
Y no puedo hacerlo.
Quiero un abrazo, y mil besos. Quiero su mirada, sus manos, su sonrisa. Su boca.
Quiero tenerlo, pero no puedo. No podemos.
¿Está prohibido que mi corazón lata de este modo?
¿Estará su destino enlazado al mío?
¿Estaremos cruzando miradas perdidas algún día, sin siquiera saber, qué es de la vida del otro?
¿Es nuestra oportunidad en esta vida, o sólo fue un suspiro largo y bello?
Aún así, no puedo obtener las respuestas.


Sin embargo, yo...
Ya sé.




Soy Mc.-

domingo, 18 de enero de 2015

(...)

Con una nostálgica mirada al horizonte, a tan sólo unas pocas horas de mi hogar, comienzo a recordar todo lo que quedó en Brasil.
.. .. . .. . . . . .. .....  .. .  . . .


Nos paramos al costado del camino, y en el suelo depositamos la mochila de nuestras responsabilidades, amigos, familia, estudios, todo lo bueno y lo malo de la realidad que nos aqueja en el día a día. Fue entonces que entramos al paréntesis.
Y allí lo vi. Nuestras miradas se encontraron y para suerte de ambos, la atracción fue mutua.
Resistirse fue en vano. Bastó una noche de fogón y guitarra para que surgiera la urgencia de disfrutar un baño en el mar. Aunque ninguno de los dos estaba seguro de lo que hacía, el plan de conquista que él había llevado a cabo resultó a la perfección, y ni la fuerza de las olas pudo interrumpir el inicio con sutiles besos de ese algo nuevo y ciertamente desconocido para ambos.
Sin lugar a dudas nos decidimos a disfrutar de ese amor pasajero, de rendirnos en los pocos días que nos tocaba compartir, al deseo incontrolable de estar patéticamente cerca la mayor parte del tiempo.
Teníamos en común el hecho de que a ambos nos dominaba una admiración especial hacia la luna: ese cuerpo celeste era testigo y escenario de un sinfín de besos y caricias. La arena que molestaba en diferentes partes del cuerpo a altas horas de la madrugada, no hacía justicia al fuego que desprendíamos cada noche que nos sorprendía abrazados.
Caminata a una playa desierta; paseos románticos a la luz de la luna; juegos inocentes de día a la vista de todos y algo perversos de noche a la vista de nadie más que nosotros dos (o algún que otro transeúnte de paso, lo cual no resultó de gran importancia); risas descontroladas y charlas reflexivas... todo ello tuvo lugar en el cabo de esos días, los cuales resultaron muy pocos en comparación a lo que hubiera deseado.
Sabíamos en lo que nos estábamos metiendo, no había lugar para el amor en tan poco tiempo pero sí un "no sé qué", aquello que nos mantenía incansablemente pegados a cada momento, tan así que provocaba constantes burlas y gastadas por parte del resto para con los dos.
Y así como así, se terminó.  La despedida no quería llegar, el adiós esperaba convertirse en un hasta luego. Un beso suave y una mirada dulce fue lo último que me llevo de ese flaco alto de pestañas rojizas y hermosas pecas en todo el cuerpo. Y no puedo evitar largar un pequeño lagrimón al recordarlo, casi igual al que rodó por mis mejillas anoche cuando supe que quizás no lo vuelva a ver. No sé por qué, tal vez sí soy rara como él me dijo.
Miré al amanecer, recordando con una sonrisa que el día anterior lo observaba en compañía suya, y agradecí al Barba por ese pedacito de paraíso que me había regalado en estas vacaciones.
Como una tonta el viaje de regreso me lo pasé melancólica, cuando días antes, donde todo comenzaba, me encontraba convencida de que era imposible que al terminar me sienta así por algo que fue tan cortito. Pero me había equivocado. "Tal vez me dure una semana y listo", pensé. Luego, me di cuenta que no importaba. ¿Por qué habría de negar aquello tan lindo que sentí en esos días? Por más que haya sido sólo eso. ¡Qué más da! Todo queda en manos del destino, que lo decide el Barba. Tal vez nos volvamos a encontrar, como sucede en las novelas, en algún café, casados o solteros; quizá haya sido la última mirada que nos echaríamos... pero nada me hará olvidar ese paréntesis tan perfecto que fue él.
Para suerte mía, el destino me sorprendió al dejarme observarlo algunas horas más tarde de nuestra despedida, a lo lejos cuando llegaba a la frontera de Brasil con Argentina. Si bien él no me vio, me gustó espiarlo desde donde yo estaba. Las ganas de correr a abrazarlo me las tuve que guardar. Sin embargo, verlo así, cansado pero siempre sonriente, siendo simplemente él, me hizo caer en la cuenta de que aquello fue real, que no lo soñé. Que ese colorado de sonrisa inmensa y mirada penetrante que me daba flebitis química, que me hacía sonrojar cada dos por tres y que alcancé a conocer poco pero mucho al mismo tiempo, va a quedarse para siempre en un lugarcito privilegiado de mi corazón.





Soy Mc.-

viernes, 2 de enero de 2015

Espuma de mar

Me encamino a distenderme y tomarme un tiempo para pensar acerca de la vida. Llevo a cuestas todo lo que en mi hogar me pesa para ver si puedo arrojarlo al mar. ¿O será que me iré tal como vine? "Usemos este tiempo para pensar", le dije. Y es que yo no sé en qué debo pensar. Sin rodeos me arrojé a sus brazos cuando ese mirar tan particular brilló por primera vez para mi. No recaí en las consecuencias de este amor prohibido. ¿Es peor el amor prohibido o el no correspondido? Definitivamente los finales felices no se anotan para ser parte de mi realidad. Aún así, estar en este lugar, mi favorito en el mundo, donde me siento tan libre y feliz, siempre me espera con momentos de paz interior conmigo misma y algún que otro nuevo aprendizaje. La arena fresca de la noche en mis pies, el mar imponente y sus olas entonan las mejores melodías al mismo tiempo que juegan con la luna que nos inunda a lo lejos. Allí, Mc es Mc. Y nada más importa. Espero, que mi amada playa brasilera de Palmas me esté esperando con nuevos descubrimientos. Porque aquí voy. Soy Mc.-

martes, 16 de diciembre de 2014

Cuando el SOL y la LUNA se encontraron por primera vez se enamoraron perdidamente y desde ahí comenzaron a vivir un gran amor. Dios decidió que el Sol iluminaría el día y que la Luna iluminaría la noche y por ese motivo estarían obligados a vivir separados. Ambos fueron invadidos por una gran tristeza cuando se dieron cuenta de que nunca más se encontrarían… la LUNA fue quedándose cada vez más triste. A pesar del brillo dado por Dios, ella se sentía sola. LUNA y SOL siguen su camino. Él solitario pero fuerte, y ella, acompañada de las estrellas, pero débil. Los hombres intentan constantemente conquistarla, como si eso fuese posible. Algunos han ido incluso hasta ella, pero han vuelto siempre solos. Nadie jamás ha conseguido traerla hasta la tierra, nadie realmente ha conseguido conquistarla por más que lo intentaron. Sucede que Dios decidió que ningún amor en este mundo fuese realmente imposible, ni siquiera el de la LUNA y el SOL… fue en ese instante cuando Dios creó el Eclipse. Hoy SOL y LUNA viven esperando ese instante, esos momentos que les fueron concedidos y que tanto cuestan que sucedan.

lunes, 11 de agosto de 2014

Quedarnos en la luna

Recostada sobre tu pecho, con el latir acelerado de tu corazón en mi oído, y en mi mente, observamos la luna. Te rodeo fuertemente con mis brazos, y la miro a ella, hermosa, única, perfecta, como el momento que los dos estábamos gozando, uno más en el cofre de nuestras idas y vueltas, un nuevo pedacito de amor que desprendíamos de nuestro ser para intercambiarnos, un nuevo punto suspensivo en esta terrible historia de amor.
Y me pregunto... ¿podré amarte más? Y la respuesta es SÍ, siempre. En el fondo me lamento ya que ese sí suele traerme hasta acá, este instante perfecto en que respiramos el mismo aire y nuestros ojos no dejan de encontrarse en un sin fin de besos y estallidos de alegría.
Y quiero llevarte ahí, a la luna, para que vivamos felices en ella, amándonos de la forma más inexplicable como sólo nosotros sabemos y dejando atrás todas las mierdas que nos atormentan. Solos los dos, por siempre, en la luna.

Al salir de mi ensoñación mis ojos te buscan, te encuentran y entonces los cierro, a lo que sigue tu carcajada que me sobresalta. Entonces abro los ojos, te pregunto a qué se debía tanta diversión, y respondes: "esto, esta situación, nosotros, acá."
Nosotros, una vez más, somos nosotros, somos uno.

Suena la alarma que nos indica que todo ha terminado, el tiempo sagrado ha llegado a su fin, cada uno debe salir y volver a la rutina, a la vida normal, y hacer como si nada hubiera ocurrido.
Camino a casa me dedico a observarte por última vez antes de despedirnos una vez más, aunque vayamos a toparnos quién sabe cuántas veces en el día, en la semana, pero con la certeza de que ya no será lo mismo. Volveremos a ser los extraños de siempre o los enamorados que dejaron de hablarse, ante la mirada de todos los demás.

Quizá ya no haya manera de escapar a esta realidad. Tal vez nos estemos equivocando una vez más. Todo puede ser. Y sin embargo,  de lo único que estoy segura, es que así, soy feliz.
Con vos, en mi vida.
Y siempre va a ser así.


Soy Mc.-

lunes, 23 de junio de 2014

El segundo

"Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores: uno con el que te casas o vives para siempre, puede ser el padre o madre de tus hijos... Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella...
Y dicen que hay siempre, un segundo amor, una persona que perderás siempre, alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan de la razón y te impedirán siempre, alcanzar un final feliz.
Hasta que cierto día dejarás de intentarlo... te rendirás y buscarás a esa otra persona que acabarás encontrando, pero te aseguro que no pasarás ni una sola noche, sin necesitar otro beso suyo o tan siquiera discutir una vez más.
Ya sabes de quién te estoy hablando, porque mientras estabas leyendo esto, te ha venido su nombre a la cabeza. Te librarás de él o de ella, dejarás de sufrir, conseguirás encontrar la paz (será sustituido por la calma), pero te aseguro que no pasará ni un sólo día en que desearás que esté aquí para perturbarte.
Porque a veces se desprende más energía discutiendo con alguien que amas, que haciendo el amor con alguien al que aprecias."

de "El Zahir" - Paulo Coelho.

lunes, 16 de junio de 2014

Ser misionero

Una vez más cargué mi mochila al hombro y emprendí viaje para vivir una experiencia de la mano del más grande, de Dios. Esta vez se trata de una “misión”. Si bien no estaba muy al tanto de lo que realmente significaba esto de misionar, la propuesta de vivir una semana santa diferente no dejó de llamarme la atención en ningún momento y decidí arrojarme de lleno a ver de qué se trataba.
El miércoles santo nos encontramos 170 misioneros en el punto de partida, donde aguardaban tres colectivos que nos llevarían nuestros destinos, en los cuales iríamos a pasar los siguientes cuatro días. Las primeras horas transcurridas de viaje aprovechamos para conocernos entre todos mediante juegos y canciones. Una vez que los colectivos nos dejaron a dos grupos en Capitán Solari, mientras el tercero iría al Paraje 48 en La Escondida, empezó la bienvenida y saltamos contentos, cantando y bailando aunque aún sin saber qué nos esperaba.
Llegó el jueves, primer día en el que debíamos salir a misionar. Y yo pensaba, si bien antes en reuniones informativas nos explicaron de qué se trataba… ¿qué puedo ir a decir yo? ¿Qué busco transmitir, qué llevo a esta gente que iré a visitar? Las dudas no dejaban de colarse en mi cabeza. Matías, mi compañero de misión me preguntó si estaba lista y realmente no sabía qué responder, aunque atiné a esbozar un débil “sí”. Y empezó la aventura.
Es muy loco recordarlo, porque fue tan fácil, desde que golpeamos la puerta de la primera casa que nos tocó, ya que nos recibieron de la mejor manera, y las palabras comenzaron a salir.  Todos los miedos, las dudas, incertidumbres, desaparecieron. Les contábamos que fuimos allí con el Movimiento de la Virgen de Schoenstatt y que la llevábamos a María y a Jesús para que visite a esa familia, a esas personas, cada una con su realidad, con sus alegrías y tristezas, sean de la religión que sean, crean o no en Dios. Y nosotros éramos simples misioneros, que buscábamos compartir un momento con ellos, acompañarlos, demostrarles con nuestro testimonio, que más que palabras son acciones, que vean que seguir a Dios es posible, en un mundo como el de hoy, que no tenemos miedo al admitir que estamos en este camino y que sobre todo, los invitamos a formar parte de eso.
Así fueron transcurriendo los días, en los que conocíamos nuevas familias, nuevos corazones y nuevas historias de vida, pero no sólo la gente del pueblo, sino además a los compañeros misioneros. Jóvenes que también dieron su “SÍ”, que quizás como el mío, estaba un poco dudoso al principio, pero al fin y al cabo aceptaron este desafío de arriesgarse por lo distinto. Dejaron una semana santa en la cual podrían haber disfrutado del feriado haciendo algún viaje o compartiendo con amigos, y se animaron a salir al encuentro con aquellas personas que probablemente no hayan visto en sus vidas, para llevarles un mensaje de amor, que supone amar al pobre, al que nos rechaza, al necesitado. Porque la realidad hoy nos cuestiona cómo podremos amar a quien nos trata mal, a alguien que ni siquiera conocemos, y sin embargo nosotros vamos en contra de eso, probando que sí se puede, que así lo vivimos durante esos días.
Y no sólo demostramos eso, sino que también aprendimos algo diferente de cada una de las personas que tuvimos la oportunidad de conocer. Porque al dar, sin darnos cuenta, es más lo que recibimos. Dimos amor, cariño, contención, y recibimos el doble.
Al llegar el domingo, surgió en mi el interrogante… ¿ahora cómo sigo? Fue así como pude darme cuenta, que el fin de esa primera misión para mí, era en realidad el comienzo, el inicio de mi misionar en la vida. A partir de ese día, me propuse ser una misionera en el día a día, en la cotidianidad, con mi familia, mis amigos, mis conocidos. Porque llevar este mensaje del amor de Dios a quienes no conocíamos, en realidad constituía la parte más fácil. Lo difícil, es hablar de Él en nuestros ambientes, con los más cercanos. Y aunque cueste, de ahí sale la propuesta, allí está la verdadera invitación.

Ante todo, lo que más me llamó la atención de lo vivido esos días y llenó mi corazón de alegría, fue ver la gran cantidad de jóvenes que estamos en este mismo camino. Jóvenes que al igual que yo entienden cuán duro es hablar de Dios a esta edad, hoy en día, en un mundo en el que ser católico para muchos es sinónimo de vergüenza, burla o incomodidad. Pero acá estamos, no somos pocos y tampoco tememos admitir lo que creemos.
Nadamos a contracorriente y soñamos con que este mundo en el que reinan el egoísmo y la individualidad se vuelva un poco más humano, más amoroso. Que volvamos a pensar en las necesidades del otro, nos olvidemos de la violencia y de pisotear a los demás en beneficio propio.

Sabemos que quizá este camino no sea el más fácil, y muchas veces nos encontramos con trabas, pero sin embargo, eso no nos impide seguir adelante, confiando, y con la certeza de que este es el camino más lindo y vale la pena optar por él.


Se me dio por plasmar acá este texto que escribí para mis compañeros misioneros en recuerdo a la experiencia vivida en la Semana Santa pasada.

Soy Mc.-