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Algunas veces soy eso que la gente dice, otras no.-

domingo, 18 de enero de 2015

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Con una nostálgica mirada al horizonte, a tan sólo unas pocas horas de mi hogar, comienzo a recordar todo lo que quedó en Brasil.
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Nos paramos al costado del camino, y en el suelo depositamos la mochila de nuestras responsabilidades, amigos, familia, estudios, todo lo bueno y lo malo de la realidad que nos aqueja en el día a día. Fue entonces que entramos al paréntesis.
Y allí lo vi. Nuestras miradas se encontraron y para suerte de ambos, la atracción fue mutua.
Resistirse fue en vano. Bastó una noche de fogón y guitarra para que surgiera la urgencia de disfrutar un baño en el mar. Aunque ninguno de los dos estaba seguro de lo que hacía, el plan de conquista que él había llevado a cabo resultó a la perfección, y ni la fuerza de las olas pudo interrumpir el inicio con sutiles besos de ese algo nuevo y ciertamente desconocido para ambos.
Sin lugar a dudas nos decidimos a disfrutar de ese amor pasajero, de rendirnos en los pocos días que nos tocaba compartir, al deseo incontrolable de estar patéticamente cerca la mayor parte del tiempo.
Teníamos en común el hecho de que a ambos nos dominaba una admiración especial hacia la luna: ese cuerpo celeste era testigo y escenario de un sinfín de besos y caricias. La arena que molestaba en diferentes partes del cuerpo a altas horas de la madrugada, no hacía justicia al fuego que desprendíamos cada noche que nos sorprendía abrazados.
Caminata a una playa desierta; paseos románticos a la luz de la luna; juegos inocentes de día a la vista de todos y algo perversos de noche a la vista de nadie más que nosotros dos (o algún que otro transeúnte de paso, lo cual no resultó de gran importancia); risas descontroladas y charlas reflexivas... todo ello tuvo lugar en el cabo de esos días, los cuales resultaron muy pocos en comparación a lo que hubiera deseado.
Sabíamos en lo que nos estábamos metiendo, no había lugar para el amor en tan poco tiempo pero sí un "no sé qué", aquello que nos mantenía incansablemente pegados a cada momento, tan así que provocaba constantes burlas y gastadas por parte del resto para con los dos.
Y así como así, se terminó.  La despedida no quería llegar, el adiós esperaba convertirse en un hasta luego. Un beso suave y una mirada dulce fue lo último que me llevo de ese flaco alto de pestañas rojizas y hermosas pecas en todo el cuerpo. Y no puedo evitar largar un pequeño lagrimón al recordarlo, casi igual al que rodó por mis mejillas anoche cuando supe que quizás no lo vuelva a ver. No sé por qué, tal vez sí soy rara como él me dijo.
Miré al amanecer, recordando con una sonrisa que el día anterior lo observaba en compañía suya, y agradecí al Barba por ese pedacito de paraíso que me había regalado en estas vacaciones.
Como una tonta el viaje de regreso me lo pasé melancólica, cuando días antes, donde todo comenzaba, me encontraba convencida de que era imposible que al terminar me sienta así por algo que fue tan cortito. Pero me había equivocado. "Tal vez me dure una semana y listo", pensé. Luego, me di cuenta que no importaba. ¿Por qué habría de negar aquello tan lindo que sentí en esos días? Por más que haya sido sólo eso. ¡Qué más da! Todo queda en manos del destino, que lo decide el Barba. Tal vez nos volvamos a encontrar, como sucede en las novelas, en algún café, casados o solteros; quizá haya sido la última mirada que nos echaríamos... pero nada me hará olvidar ese paréntesis tan perfecto que fue él.
Para suerte mía, el destino me sorprendió al dejarme observarlo algunas horas más tarde de nuestra despedida, a lo lejos cuando llegaba a la frontera de Brasil con Argentina. Si bien él no me vio, me gustó espiarlo desde donde yo estaba. Las ganas de correr a abrazarlo me las tuve que guardar. Sin embargo, verlo así, cansado pero siempre sonriente, siendo simplemente él, me hizo caer en la cuenta de que aquello fue real, que no lo soñé. Que ese colorado de sonrisa inmensa y mirada penetrante que me daba flebitis química, que me hacía sonrojar cada dos por tres y que alcancé a conocer poco pero mucho al mismo tiempo, va a quedarse para siempre en un lugarcito privilegiado de mi corazón.





Soy Mc.-

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