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Algunas veces soy eso que la gente dice, otras no.-

martes, 20 de septiembre de 2016

La adversidad.

Nunca la tenemos en cuenta. El pero de todos los peros. La última opción en la lista de posibilidades. El lugar reservado para pesimistas en la sala de espera del destino.
Sabemos que existe... pero vivimos como si no fuera cierto.
Nos damos el lujo de subestimar un abrazo que podría ser el último, no saboreamos un helado aún sabiendo que quizá no podremos volver a tomarlo, no echamos una vista al firmamento y agradecemos tan bendita dicha de contemplación, no nos detenemos un segundo a inspirar una gran bocanada de aire y soltarla luego con satisfacción. Perdimos la capacidad de emocionarnos ante las pequeñas cosas de cada día, dejamos de apreciarlas.
Y allí es cuando finalmente alcanzamos a vislumbrarla. Llega el momento en que la adversidad se hace presente.
Duele como una patada directo en el pecho, comprime todos nuestros órganos y estruja fuertemente aquella parte de nuestro ser que no se encuentra en un lugar específico, pero duele. Un sinfín de sensaciones vagan por nuestro interior, lo sentimos en la sangre, en la cabeza, en la panza, en el pecho. Duele en todos lados, pero al mismo tiempo, no está en ninguno de ellos.
Es entonces cuando todo se reactiva. Empezamos a prestar atención a aquello que antes pasaba desapercibido, deseando que no haya sido demasiado tarde para abrir los ojos.

¿Es necesario esperar hasta la adversidad para decidirnos a amar con todas nuestras fuerzas? ¿Para dejar de reprimir nuestros sueños y sentimientos? ¿Para darnos cuenta que la vida es un suspiro y el tiempo se nos va de las manos? ¿Para animarnos a generar cambios en nuestra realidad y en la de los demás? ¿Para dar pasos firmes y avanzar?

¿Cuántas adversidades necesitás para darte cuenta?

Yo no necesito otra adversidad.
Porque con esta adversidad puedo ver más allá, descubriendo en Ignacio uno de los regalos más lindos que Dios me hizo. Pude comprender que no debemos privarnos de nada que venga del corazón, que un te quiero nunca esta de más y que mirarse a los ojos muchas veces tiene mayor significado que un montón de palabras (por más repetidas y trilladas que resulten estas frases).
Esta adversidad me dio a conocer la inmensidad del amor. Esta adversidad nos hizo más fuertes a todos sus cercanos, quienes tenemos la certeza de que, juntos, saldremos de ella con un gran aprendizaje.
Lleva tiempo, cuesta, y sigue doliendo.
Pero hay algo que nos ayuda a no bajar los brazos: la esperanza. El sol volverá a salir para todos nosotros, y sobre todo para Ignacio. Estamos seguros de que así será.

Soy Mc.-

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